Amor, amor, las nubes a la torre del cielo subieron como triunfantes lavanderas, y todo ardió en azul, todo fue estrella: el mar, la nave, el día se desterraron juntos.
Ven a ver los cerezos del agua constelada y la clave redonda del rápido universo, ven a tocar el fuego del azul instantáneo, ven antes de que sus pétalos se consuman.
No hay aquí sino luz, cantidades, racimos, espacio abierto por las virtudes del viento hasta entregar los últimos secretos de la espuma.
Y entre tantos azules celestes, sumergidos, se pierden nuestros ojos adivinando apenas los poderes del aire, las llaves submarinas.