La parracial rosa devora y sube a la cima del santo: con espesas garras sujeta el tiempo al fatigado ser: hincha y sopla en las venas duras, ata el cordel, pulmonar, entonces largamente escucha y respira.
Morir deseo, vivir quiero, herramienta, perro infinito, movimiento de océano espeso con vieja y negra superficie.
Para quién y a quién en la sombra mi gradual guitarra resuena naciendo en la sal de mi ser como el pez en la sal del mar?
Ay, qué continuo país cerrado, neutral, en la zona del fuego, inmóvil, en el giro terrible, seco, en la humedad de las cosas.
Entonces, entre mis rodillas, bajo la raíz de mis ojos, prosigue cosiendo mi alma: su aterradora aguja trabaja.
Sobrevivo en medio del mar, solo y tan locamente herido, tan solamente persistiendo, heridamente abandonado.