De viajes y dolores yo regresé, amor mío, a tu voz, a tu mano volando en la guitarra, al fuego que interrumpe con besos el otoño, a la circulación de la noche en el cielo.
Para todos los hombres pido pan y reinado, pido tierra para el labrador sin ventura, que nadie espere tregua de mi sangre o mi canto. Pero a tu amor no puedo renunciar sin morirme.
Por eso toca el vals de la serena luna, la barcarola en el agua de la guitarra hasta que se doblegue mi cabeza soñando:
que todos los desvelos de mi vida tejieron esta enramada en donde tu mano vive y vuela custodiando la noche del viajero dormido.