El camino mojado por el agua de Agosto brilla como si fuera cortado en plena luna, en plena claridad de la manzana, en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día crece con fríos sueños, sonidos y pescados, el vapor de las islas combate la comarca, palpita el mar sobre la luz de Chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden las hojas, el invierno enmascara su estirpe y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso del movimiento, adiós, del viaje, del camino: adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.