Fue luz el fuego y pan la luna rencorosa, el jazmín duplicó su estrellado secreto, y del terrible amor las suaves manos puras dieron paz a mis ojos y sol a mis sentidos.
Oh amor, cómo de pronto, de las desgarraduras hiciste el edificio de la dulce firmeza, derrotaste las uñas malignas y celosas y hoy frente al mundo somos como una sola vida.
Así fue, así es y así será hasta cuando, salvaje y dulce amor, bienamada Matilde, el tiempo nos señale la flor final del día.
Sin ti, sin mí, sin luz ya no seremos: entonces más allá del la tierra y la sombra el resplandor de nuestro amor seguirá vivo.