Mienten los que dijeron que yo perdí la luna, los que profetizaron mi porvenir de arena, aseveraron tantas cosas con lenguas frías: quisieron prohibir la flor del universo.
«Ya no cantará más el ámbar insurgente de la sirena, no tiene sino pueblo.» Y masticaban sus incesantes papeles patrocinando para mi guitarra el olvido.
Yo les lancé a los ojos las lanzas deslumbrantes de nuestro amor clavando tu corazón y el mío, yo reclamé el jazmín que dejaban tus huellas,
yo me perdí de noche sin luz bajo tus párpados y cuando me envolvió la claridad nací de nuevo, dueño de mi propia tiniebla.