Ni el color de las dunas terribles en Iquique, ni el estuario del Río Dulce de Guatemala, cambiaron tu perfil conquistado en el trigo, tu estilo de uva grande, tu boca de guitarra.
Oh corazón, oh mía desde todo el silencio, desde las cumbres donde reinó la enredadera hasta las desoladas planicies del platino, en toda patria pura te repitió la tierra.
Pero ni huraña mano de montes minerales, ni nieve tibetana, ni piedra de Polonia, nada alteró tu forma de cereal viajero,
como si greda o trigo, guitarras o racimos de Chillán defendieran en ti su territorio imponiendo el mandato de la luna silvestre.