Oh dama sin corazón, hija del cielo, auxíliame en esta solitaria hora, con tu directa indiferencia de arma y tu frío sentido del olvido.
Un tiempo total como un océano, una herida confusa como un nuevo ser, abarcan la tenaz raíz de mi alma mordiendo el centro de mi seguridad.
Qué espeso latido se cimbra en mi corazón como una ola hecha de todas las olas, y mi desesperada cabeza se levanta en un esfuerzo de salto y de muerte.
Hay algo enemigo temblando en mi certidumbre, creciendo en el mismo origen de las lágrimas, como una planta desgarradora y dura hecha de encadenadas hojas amargas.