Pero olvidé que tus manos satisfacían las raíces, regando rosas enmarañadas, hasta que florecieron tus huellas digitales en la plenaria paz de la naturaleza.
El azadón y el agua como animales tuyos te acompañan, mordiendo y lamiendo la tierra, y es así cómo, trabajando, desprendes fecundidad, fogosa frescura de claveles.
Amor y honor de abejas pido para tus manos que en la tierra confunden su estirpe transparente, y hasta en mi corazón abren su agricultura,
de tal modo que soy como piedra quemada que de pronto, contigo, canta, porque recibe el agua de los bosques por tu voz conducida.