Por las montañas vas como viene la brisa o la corriente brusca que baja de la nieve o bien tu cabellera palpitante confirma los altos ornamentos del sol en la espesura.
Toda la luz del Cáucaso cae sobre tu cuerpo como en una pequeña vasija interminable en que el agua se cambia de vestido y de canto a cada movimiento transparente del río.
Por los montes el viejo camino de guerreros y abajo enfurecida brilla como una espada el agua entre murallas de manos minerales,
hasta que tú recibes de los bosques de pronto el ramo o el relámpago de unas flores azules y la insólita flecha de un aroma salvaje.