Recordarás tal vez aquel hombre afilado que de la oscuridad salió como un cuchillo y antes de que supiéramos, sabía: vio el humo y decidió que venía del fuego.
La pálida mujer de cabellera negra surgió como un pescado del abismo y entre los dos alzaron en contra del amor una máquina armada de dientes numerosos.
Hombre y mujer talaron montañas y jardines, bajaron a los ríos, treparon por los muros, subieron por los montes su atroz artillería.
El amor supo entonces que se llamaba amor. Y cuando levanté mis ojos a tu nombre tu corazón de pronto dispuso mi camino.