Sacude las épicas eras un loco viento festival. Ah yeguayeguaa!... Como un botón en primavera se abre un relincho de cristal.
Revienta la espiga gallarda bajo las patas vigorosas. Ah yeguayeguaa!... ¡Por aumentar la zalagarda trillarían las mariposas!
Maduros trigos amarillos, campos expertos en donar. Ah yeguayeguaa!... Hombres de corazón sencillo. ¿Qué más podemos esperar?
Éste es el fruto de tu ciencia, varón de la mano callosa. Ah yeguayeguaa!... ¡Sólo por falta de paciencia las copihueras no dan rosas!
Sol que cayó a racimos sobre el llano, ámbar del sol, quiero adorarte en todo: en el oro del trigo y de las manos que lo hicieran gavillas y recodos.
Ámbar del sol, quiero divinizarte en la flor, en el grano y en el vino.
Amor sólo me alcanza para amarte: ¡para divinizarte, hazme divino!
Que la tierra florezca en mis acciones como en el jugo de oro de las viñas, que perfume el dolor de mis canciones como un fruto olvidado en la campiña.
Que trascienda mi carne a sembradura ávida de brotar por todas partes, que mis arterias lleven agua pura, ¡agua que canta cuando se reparte!
Yo quiero estar desnudo en las gavillas, pisado por los cascos enemigos, yo quiero abrirme y entregar semillas de pan, ¡yo quiero ser de tierra y trigo!
Yo di licores rojos y dolientes cuando trilló el Amor mis avenidas: ahora daré licores de vertiente y aromaré los valles con mi herida.
Campo, dame tus aguas y tus rocas, entiérrame en tus surcos, o recoge mi vida en las canciones de tu boca como un grano de trigo de tus trojes...
Dulcifica mis labios con tus mieles, ¡campo de recónditos panales!
Perfúmame a manzanas y laureles, desgráname en los últimos trigales...
Lléname el corazón de cascabeles, ¡campo de los lebreles pastorales!
Rechinan por las carreteras los carros de vientres fecundos. Ah yeguayeguaa!... ¡La llamarada de las eras es la cabellera del mundo!
Va un grito de bronce removiendo las bestias que trillan sin tregua en un remolino tremendo... Ah yeguayeguaa!...