«Vendrás conmigo» -dije- sin que nadie supiera dónde y cómo latía mi estado doloroso, y para mí no había clavel ni barcarola, nada sino una herida por el amor abierta.
Repetí: ven conmigo, como si me muriera, y nadie vio en mi boca la luna que sangraba, nadie vio aquella sangre que subía al silencio. Oh amor ahora olvidemos la estrella con espinas!
Por eso cuando oí que tu voz repetía «Vendrás conmigo» -fue como si desataras dolor, amor, la furia del vino encarcelado
que desde su bodega sumergida subiera y otra vez en mi boca sentí un sabor de llama, de sangre y de claveles, de piedra y quemadura.