Tu mano fue volando de mis ojos al día. Entró la luz como un rosal abierto. Arena y cielo palpitaban como una culminante colmena cortada en las turquesas.
Tu mano tocó sílabas que tintineaban, copas, alcuzas con aceites amarillos, corolas, manantiales y, sobre todo, amor, amor: tu mano pura preservó las cucharas.
La tarde fue. La noche deslizó sigilosa sobre el sueño del hombre su cápsula celeste. Un triste olor salvaje soltó la madreselva.
Y tu mano volvió de su vuelo volando a cerrar su plumaje que yo creí perdido sobre mis ojos devorados por la sombra.