Una vez más, amor, la red del día extingue trabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses, y a la noche entregamos el trigo vacilante que el mediodía obtuvo de la luz y la tierra.
Sólo la luna en medio de su página pura sostiene las columnas del estuario del cielo, la habitación adopta la lentitud del oro y van y van tus manos preparando la noche.
Oh amor, oh noche, oh cúpula cerrada por un río de impenetrables aguas en la sombra del cielo que destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,
hasta que sólo somos un solo espacio oscuro, una copa en que cae la ceniza celeste, una gota en el pulso de un lento y largo río.