Era el silencio miel sobre seda, y era un ungüento de paz la brisa. Yo iba del brazo con tu sonrisa por la alameda.
Tu boca dulce como un olvido me dio sus jugos bajo el follaje, y su chasquido rozó mi oído como un plumaje de un cisne herido; como un encaje desvanecido; como un celaje loco de viaje sobre un paisaje desconocido...
Tu boca ungida de luz de trino, bordó una sombra de frases quedas... Tu boca tibia me supo a vino, y en la hojarasca de las veredas se alzó el revuelo de un remolino de áureas monedas...
Y fue el silencio como una gruta, y la quimera fue como un río donde bogaron tu amor y el mío... Y fue tu boca como una fruta humedecida por el rocío... Como amputando gestos sombríos bruñó la luna su filo de hacha, y retorciendo sus dedos fríos cruzó una racha...
Yo unté de besos tu boca roja, tu boca dulce como un regreso, y en cada árbol fue cada hoja un eco verde de cada beso.
Tu boca intacta me dio sus rasos, tu voz sin bordes me dio su seda, y, en la delicia de los retrasos, moría el roce de nuestros pasos en el silencio de la alameda...