Bendita seas... Fuiste algo blanco, muy blanco y puro, en la agonía del hierro oscuro donde se abrían las negras rosas de mis ideas...
Porque al amarme desvaneciste mis negaciones hondas y ateas; porque eres buena, porque eres triste, bendita seas.
Porque endulzaste mis desalientos, porque encantaste mis desencantos, porque elevaste mis pensamientos; porque al mirarme tus ojos santos se iluminaron mis sufrimientos y mis quebrantos;
porque curaste, caritativa, todas las llagas de mis peleas; por delicada, por comprensiva, bendita seas...
porque tú fuiste como un remanso para el estruendo de mis mareas; porque me diste paz y descanso, ¡bendita seas!
Hoy voy de nuevo por el camino do en polvo escriben mi vida inquieta mis pies llagados de peregrino, oyendo a un ave de dulce trino que rima versos como un poeta, y viendo siempre la gris silueta de mi destino...
pero, en la hora de la parida, cuando sus fauces abre lo arcano, y, como un ala, tiembla en la mano la despedida;
cuando mi viaje sin rumbo emprendo, ensombrecido por el estruendo de mis mareas; cuando de nuevo mi andanza sigo, porque me amaste, porque me diste las dulcedumbres de tu alma triste, yo te bendigo... ¡Bendita seas!