Hay que cortar la rosa, pues de cualquier manera se secará en la rama su adorable ornamento; y, al renacer cien veces con cada primavera, es cien veces más triste que la deshoje el viento.
Hay que cortar la rosa, pues siempre se termina fugazmente su encanto para aquel que lo ama, y al final sobrevive solamente la espina, que es también lo primero que le nace a la rama.
Por eso, en esta angustia de andar hacia el olvido, lúgrubes caminantes de la noche luctuosa, para no lamentarnos del tiempo que se ha ido hay que cerrar los ojos y hay que cortar la rosa...