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Te envidio, hombre que pasas en el atardecer;
hombre de un solo anhelo y una sola mujer.

Sin que nadie te mire, sin que nadie te hable,
pasas, con tu sonrisa de animal saludable.

Desde tus pasos firmes hasta tu erguido pecho,
transpira por tus poros un hombre satisfecho.

Nunca miras las nubes que van quien sabe a dónde...
Tu alma nada pregunta. Tu alma nada responde.

Y acaso, hombre que pasas, nos vemos día a día,
yo, envidiando tu suerte; tú, envidiando la mía...
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