Eva esbelta y alegre, dueña de locos ríos, con tus ojos azules que vienen de muy lejos. Ah, qué hondamente tuyos son los silencios míos, giratoria dulzura de otoños y de espejos...
Más allá de tus manos debe nacer la espuma, ah, exactitud de entrega de tu mirada amiga. No hay ausencia que reste lo que tu beso suma, y es tuyo el aire de oro que madura la espiga.
Tu voz tiene un perfume de remotos idiomas, y tu amor, como el agua, te ofreces y te evades. De tu sonrisa aprenden blancuras palomas y en tu gesto resurgen destruidas ciudades.
Ah, viajera del alba por la sed de tu nombre cálido itinerario de nieve en el armiño; hacen falta tus besos para que nazca el hombre y para que muera complentamente el niño.