Dios no lo sabe, pero yo estoy triste como los viejos pozos en la tarde; triste como el portón de la herrería que hace cien años que no ha abierto nadie. Ya le encuentro sabor de sed al agua, viendo crecer un trigo miserable; y todo se me va con el otoño, pero Dios no lo sabe.
Dios no lo sabe, porque está allá arriba, y yo acá abajo, triste a mi manera; yo, que ya sé lo que no dice el viento y de qué modo hay que pisar la yerba. Dios no lo sabe, pero yo lo digo, solo en la noche, solo en la tristeza, y eso que sé que nada cambiaría aunque Dios lo supiera.
Yo sé el camino del que sigue andando derechamente hacia ninguna parte, y ese lado del tiempo donde hay nieve para el pequeño amor que llega tarde. Yo sé cómo se cierra cada puerta en el anochecer de cada calle; y sé que hay un sol ***** que da sombra, pero Dios no lo sabe.
Yo sé del hacia abajo en las raíces, sin hacia arriba, hacia la primavera; de la lluvia que llueve y ya no es lluvia en la arena que sigue siendo arena. Dios no lo sabe, y nada cambiaría, nada, por más que un día lo supiera. -O tal vez Dios lo sabe, y está triste sin que nadie lo sepa...