Entre la imperturbable quietud de la alameda, donde el césped recama su tapiz absorbente, la fuente silabea melancólicamente las tímidas metáforas de una estrofa de seda.
El chorro de agua clara vacila, ondula y rueda, irisando de espuma los labios de la fuente, y sobre la amatista cóncava del poniente el sol funde los bordes de su roja moneda.
En el plácido estanque de linfa transparente un cisne erige el asa de su cuello indolente, y en actitud heráldica meditabundo queda...
Pero el plumaje cándido se eriza de repente, y del pico de ámbar fluye un grito estridente, ante un botón de rosa que flota en la corriente, húmedo y sonrosado como el **** de Leda...