En el tronco de un árbol voy a grabar tu nombre pero con mi capricho, vulgarmente galante, dejaré satisfecha mi vanidad de hombre, acaso más profunda que mi orgullo de amante.
En esas letras toscas que grabará mi mano, tu nombre sin ternura crecerá hacia el olvido, pues, fatalmente, un surco que ha florecido en vano es cien veces más triste que el que no ha florecido.
Y pasarán las nubes sobre el árbol que ignora que hay amores fugaces como sus primaveras... Y un día, al ver el nombre que estoy grabando ahora, me encogeré de hombros, sin recordar quién eras...