No era amor. Fue otra cosa. Pero según murmuran en la ciudad aquella, yo cometí el delito de inventarte una estrella, y fue tuyo el pecado de ofrecerme una rosa.
No era amor, no era eso que se enciende en la sangre como una llamarada: Era mirar tus ojos y no decirte nada o acercarme a tu boca sin codiciar un beso.
Tarde para mi hastío, tarde para tu angustia de mariposa en vano, éramos como dos ciegos que se daban la mano, como dos niños pobres, tu corazón y el mío.
Nada más. Ni siquiera suspirar en la lluvia de una tarde vacía. No era amor, fue otra cosa. No sé lo que sería. Yo sé que es triste que nadie lo creyera.