No hace falta que llueva como llueve este día, y, sin embargo, llueve desde el amanecer. Si hay rosas y retoños, ¿para qué llovería? Si ya todo florece, ¿qué más va a florecer?
Llueve obstinadamente y en la calle vacía las gotas de la lluvia son pasos de mujer. Pero cierro los ojos y llueve todavía, y al abrirlos de nuevo no deja de llover.
Yo sé que no hace falta que llueva, pero llueve. Y recuerdo una tarde maravillosa y breve, que fue maravillosa porque llovía así...
Y es tan triste, tan triste, la lluvia en mi ventana, que casi me pregunto, dulce amiga lejana, si no estará lloviendo para que piense en ti.