¡No! Nunca fue mi mano más lenta que en la hora secretamente mía de aquella noche, aquella... Fue así como una nube cuando oculta una estrella, o así como una estrella que se pierde en la aurora.
Nunca tuvo mi mano más quietud impaciente semejante a la mano de un ladrón inexperto; porque fue como un buque que oscilara en el puerto, con el ansia inconforme de zarpar de repente.
¡Sí! Aquella noche... Noche para soñar en vano, o encender una estrella o apagar una duda; surgió bajo mi mano tu belleza desnuda, 1 como si tu belleza surgiera de mi mano.
Ni una sola palabra de temor o reproche abrevió el retardado placer del desenlace. Como crece un jacinto frente al alba que nace, o como nace el alba del fondo de la noche.
No. Nunca fue una mano más lenta ni más leve que mi mano de amante con su gesto de amigo; eras como la nieve cayendo sobre el trigo, o un trigo milagroso brotando de la nieve.
Y tú estabas inmóvil bajo la felpa rosa, como una flor fantástica que se abriera en el lecho. Mientras mi mano lenta descubría en tu pecho dos motivos iguales para llamarte hermosa.
Pero desde esa noche de calma y de tormenta, desorientadamente vacilo en una duda: si cerraste los ojos para no verte desnuda, o bien porque mi mano fue demasiado lenta.