Sí, ya sé que me han visto como un fantasma extraño que hace crujir la arena en su pisaba firme; pero reaparezco a veces, en las casas de antaño sobre todo en las casas donde aprendí a morirme.
Tal vez yo soy entonces como un viento que pasa y tiembla en las cortinas y se pierde a lo lejos, y hay quien oye mis pasos recorriendo la casa, y hay quien ve mi rostro asomarse en los espejos.
O es que me voy sin irme no sé de qué manera, no sé cómo, en qué bruma de lo desconocido, y entonces soy un hombre que sube una escalera y la sigue subiendo después que ya se ha ido.
Si hay algo más, lo ignoro: la noche está delante, en mis ojos cerrados o en mis ojos abiertos, y, andando en esa sombra, no sabrá el caminante si va junto a los vivos o va juntos a los muertos.
Pero siempre es de noche detrás de la mirada, y hasta lo inexplicable se explica de algún modo, pues hay cosas que existen sin que sepamos nada, más allá de la vida, de la muerte y de todo...