Otra vez tus caminos me llevan hacia el alba, cuando ya en mi sonrisa murió el último niño. Otra vez esa flecha clavándose en la noche, y esa lluvia de otoño para soñar contigo.
Otra vez esas manos alzándose hacia el sueño, y estas sordas raices sedientas de rocío. Y el profundo desastre de crecer en la sombra, con los ojos cerrados y los brazos vacíos.
Otra vez esa antorcha que extenúa mi sangre, y ese silencio oscuro que alarga su latido. Oh, corazón de fiebre en la floresta negra, muriendo lentamente y eternamente vivo.
Oh, si, otra vez y siempre, morir en cada estrella, y encender esa lámpara que se apagó de frío. ¡Oh, si, otra vez y siempre, hasta morir la vida; otra vez hacia el alba por todos los caminos!