Te miraba acostada con mis ojos de bueno, tus ojos aprendían lentamente a soñar, y tu sueño iba a otro, a tu amor en estreno, embriagado de fuga, de capricho y de azar.
Me tomaste una mano para palpar tu seno, tu corazón latía con el mío a la par: el tuyo acelerado por un amor ajeno, mi corazón tan cerca, sin poderlo alcanzar.
Así dejé de amarte y empecé a comprenderte. Sentí que me tocaba como un roce de muerte, un dolor voluptuoso, pasajero y ******.
Y mientras me veías mansamente a tu lado, yo escapaba en silencio, para siempre alejado. ¡Aunque esta misma noche te vuelva a desnudar!