Al callar la orquesta, pasean veladas sombras femeninas bajo los ramajes, por cuya hojarasca se filtran heladas quimeras de luna, pálidos celajes. Hay labios que lloran arias olvidadas, grandes lirios fingen los ebúrneos trajes. Charlas y sonrisas en locas bandadas perfuman de seda los rudos boscajes. Espero que ría la luz de tu vuelta; y en la epifanía de tu forma esbelta, cantará la fiesta en oro mayor. Balarán mis versos en tu predio entonces, canturreando en todos sus místicos bronces que ha nacido el niño-jesús de tu amor.