Amada no has querido plasmarte jamás como lo ha pensado mi divino amor. Quédate en la hostia, ciega ,e impalpable como existe Dios. Si he cantado mucho, he llorado más por ti oh mi parábola excelsa de amor, Quédate en el seso y en el mito inmenso de mi corazón! Es la fe, la fragua donde yo quemé, el terroso hierro de tanta mujer; y en un yunque impío te quise pulir. Quédate en la eterna nebulosa, ahí en la multicencia de un dulce noser. Y si no has querido plasmarte jamás en mi metafísica emoción dé amor, deja que me azote como un pecador.