Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla; desclava mi tensión nerviosa y mi dolor... Desclava, amada eterna, mi largo afán y los dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor! Regreso del desierto donde he caído mucho; retira la cicuta y obséquiame tus vinos!: espanta con un llanto de amor a mis sicarios, cuyos gestos son férreas fieras de Longinos! Desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía, Sinfonía de olivos, escancia tu llorar! Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta, cuál cede la amenaza, y la alondra se va! Pasas... vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio con gotas de curare, filos de humanidad, la dignidad roquera que hay en tu castidad, y el judithesco azogue de tu miel interior. Son las ocho de la mañana de un crema brujo... Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática un dionisiaco hastío de café...!