Es una araña enorme que ya no anda; una araña incolora, cuyo cuerpo, una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo hacia todos los flancos sus pies innumerables alargaba. Y he pensado en sus ojos invisibles, los pilotos fatales de la araña.
Es una araña que temblaba fija en un filo de piedra; el abdomen a un lado, y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no puede resolverse. Y, al verla atónita en tal trance, hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Es una araña enorme, a quien impide el abdomen seguir a la cabeza. Y he pensado en sus ojos y en sus pies numerosos... ¡Y me ha dado qué pena esa viajera!