Yo soy el coraquenque ciego que mira por la lente de una llaga, y que atado está al Globo, como a un huaco estupendo que girara. Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza la necedad hostil a trasquilar volutas de clarín, volutas de clarín brillantes de asco y bronceadas de un viejo yaraví. Soy el pichón de cóndor desplumado por latino arcabuz; y a flor de humanidad floto en los Andes, como un perenne Lázaro de luz. Yo soy la gracia incaica que se roe en áureos coricanchas bautizados de fosfatos de error y de cicuta. A veces en mis piedras se encabritan los nervios rotos de un extinto puma. Un fermento de Sol; levadura de sombra y corazón!