Miré el cadáver, su raudo orden visible y el desorden lentísimo de su alma; le vi sobrevivir; hubo en su boca la edad entrecortada de dos bocas. Le gritaron su número: pedazos. Le gritaron su amor: ¡más le valiera! Le gritaron su bala: ¡también muerta!
Y su orden digestivo sosteníase y el desorden de su alma, atrás, en balde. Le dejaron y oyeron, y es entonces que el cadáver casi vivió en secreto, en un instante; mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas! lloráronle al oído, ¡y también fechas!