Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche, ya tras del cementerio se fue el sol; aquí se está llorando a mil pupilas: no vuelvas; ya murió mi corazón. Silencio. Aquí ya todo está vestido de dolor riguroso; y arde apenas, como un mal kerosene, esta pasión. Primavera vendrá. Cantarás «Eva» desde un minuto horizontal, desde un hornillo en que arderán los nardos de Eros. ¡Forja allí tu perdón para el poeta, que ha de dolerme aún, como clavo que cierra un ataúd! Mas... una noche de lirismo, tu buen seno, tu mar rojo se azotará con olas de quince años, al ver lejos, aviado con recuerdos mi corsario bajel, mi ingratitud. Después, tu manzanar, tu labio dándose, y que se aja por mí por la vez última, y que muere sangriento de amar mucho, como un croquis pagano de Jesús. Amada! Y cantarás; y ha de vibrar el femenino en mi alma, como en una enlutada catedral.