Cierro los ojos para disuadirme. Ahora no es, no puede ser la muerte. Está el escarabajo a tropezones, mi sed de ti, la baja tarde inmóvil.
De veras está todo como antes: el cielo tan inerme, la misma soledad tan maciza, la luz que se devora y no comprende. Todo está como antes de tu rostro sin nubes, todo aguarda como antes la anunciada estación en suspenso, pero también estaba entonces este pánico de no saber huir y no saber alejarme del odio.
De veras todo está destruido, indescifrable, como verdad caída inesperadamente del cielo o del olvido y si alguien, algo, me golpea los párpados es una lenta gota empecinada. Ahora no es, no puede ser la muerte. Abro los ojos para convencerme.