Alguien recorre los senderos de Ítaca y no se acuerda de su rey, que fue a Troya hace ya tantos años; alguien piensa en las tierras heredadas y en el arado nuevo y el hijo y es acaso feliz. En el confín del orbe yo, Ulises, descendí a la Casa de Hades y vi la sombra del tebano Tiresias que desligó el amor de las serpientes, Y la sombra de Heracles que mata sombras de leones en la pradera y así mismo está en el Olimpo. Alguien hoy anda por Bolívar y Chile y puede ser feliz o no serlo. Quién me diera ser él.