Nadie percibió la belleza De los habituales caminos Hasta que pavoroso en clamor Y dolorido en contorsión de mártir, Se derrumbó el complejo cielo verdoso, En desaforado abatimiento de agua y de sombra El temporal unánime Golpeó la humillación de las casas Y aborrecible fue a las miradas el mundo, Pero cuando un arco benigno Alumbró con sus colores el cielo Y un olor a tierra mojada Alentó los jardines, Nos echamos a caminar por las calles Como por una recuperada heredad, Y en los cristales hubo generosidades de sol Y en las hojas lucientes que ilustran la arboleda Dijo su trémula inmortalidad el estío.