Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas capaces de torcer la más terca fortuna; hay pisadas humanas que han medido la luna y el insomnio devasta los años y las millas.
En el azul acechan públicas pesadillas que entenebran el día. No hay en el orbe una cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna. A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.
Me asombra que una llave pueda abrir una puerta, me asombra que mi mano sea una cosa cierta, me asombra que del griego la eleática saeta
instantánea no alcance la inalcanzable meta, me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa, y que la rosa tenga el olor de la rosa.