Dejan caer el libro, porque ya saben que son las personas del libro. (Lo serán de otro, el máximo, pero eso qué puede importarles.) Ahora son Paolo y Francesca, no dos amigos que comparten el sabor de una fábula. Se miran con incrédula maravilla. Las manos no se tocan. Han descubierto el único tesoro; han encontrado al otro. No traicionan a Malatesta, porque la traición requiere un tercero y sólo existen ellos dos en el mundo. Son Paolo y Francesca y también la reina y su amante y todos los amantes que han sido desde aquel Adán y su Eva en el pasto del Paraíso. Un libro, un sueño les revela que son formas de un sueño que fue soñado en tierras de Bretaña. Otro libro hará que los hombres, sueños también, los sueñen.