En el fondo del sueño están los sueños. Cada noche quiero perderme en las aguas obscuras que me lavan del día, pero bajo esas puras aguas que nos conceden la penúltima Nada
late en la hora gris la obscena maravilla. Puede ser un espejo con mi rostro distinto, puede ser la creciente cárcel de un laberinto, puede ser un jardín. Siempre es la pesadilla.
Su horror no es de este mundo. Algo que no se nombra me alcanza desde ayeres de mito y de neblina; la imagen detestada perdura en la retina
e infama la vigilia como infamó la sombra. ¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa y el alma queda sola, esta insensata rosa?