Montañoso, abrumado, indescifrable, rojo como la brasa que se apaga, anda fornido y lento por la vaga soledad de su páramo incansable.El armado testuz levanta. En este antiguo toro de durmiente ira, veo a los hombres rojos del Oeste y a los perdidos hombres de Altamira.Luego pienso que ignora el tiempo humano, cuyo espejo espectral es la memoria. El tiempo no lo toca ni la historiade su decurso, tan variable y vano. Intemporal, innumerable, cero, es el postrer bisonte y el primero.