Oscura y redonda, la salvia, que menea sus cálices mojados de relente, embriaga la paz.
La estrella llora, virando hacia el poniente, verde temblor sobre la sola acacia...
Se oye jirar el mundo...
Y en la hora clara y llena de gracia, lo que es humilde tiene una belleza eterna: el descansado y blando rucio que llama, en alto bando, a un hermano; la brisa distraída de la pobre ribera conocida; el tardo grillo; el gallo alerta que, un momento, despierta las rosas con su voz que quiebra albores por los llanos del alba...
Belén viene a todos los corrales...
Casi incoloros, los colores parecen de cristales...