Pajarillo cojido, de tu pecho dulce por el águila negra de la muerte, ¡cómo me miras con tu ojito triste! (***** plenor sangriento de luz débil). Desde debajo de la garra inmensa, que para siempre ya le tiene y afirmado, mientras la desafía la vasta sombra que su vista emprende. ¡Cómo me mira sin pedirme nada, cómo me mira... por si yo pudiese, que ya te está teniendo para siempre!