Quien fuera no me vio, me vio su sombra que vino justa, cálida a asomarse por mi vida entreabierta; esencia gris sin más olor; ola en donde dos ojos hechos uno se inmensaban.
(Sombras que ven del todo, y no reciben mirada. Nos alarman, mas son invulnerablemente tranquilas como aceite.
Con su espiralidad de escorzo exacto inventan todo acto imposible de espionaje, de introducción, de envolvimiento.
Sobrecojen sin miedo, muerden sin labio, se van sin compromiso.
A veces nos dejaron una rosa, esencia gris sin más olor, prenda sensual de fe sin nombre).
Una rosa de sombras y de sombra, alargada a mi mano esbeltamente, con música sin son, con corrida sonrisa, por cuerpo que no vio, guardo en mi mano abierta.