El cauce va quedando fuera, con la resaca. Cada vez es mas baja y mas triste la orilla. Bajo el puente ferroso, el sol, en fuga opaca, pasa una amarillenta y roja pesadilla.
¡Horizontes del agua! Un enorme diamante planea, albino, en el ocaso. El laúd tardío que no puede arribar, ancla, bello y distante, ante el esmerilado poniente igual y frío.
Es olor todo el ámbito. Por la marisma hueca, los juncos tienen alas. Y en la lama-ancho viento el sol que muere, como a una gran hoja seca, pinta nervios de luz, en tejido sangriento.