Las nubes y los árboles se funden y el sol les trasparenta su honda paz. Tan grande es la armonía del abrazo, que la quiere gozar también el mar, el mar que está tan lejos, que se acerca, que ya se oye latir, que huele ya. El cerco universal se va apretando, y ya en toda la hora azul no hay más que la nube, que el árbol, que la ola, síntesis de la gloria cenital. El fin está en el centro. Y se ha sentado aquí, su sitio fiel, la eternidad. Para eso hemos venido. (Cae todo lo otro, que era luz provisional.) Y todos los destinos aquí salen, aquí entran, aquí suben, aquí están. Tiene el alma un descanso de caminos que han llegado a su único final.