Todas las nubes arden porque yo te he encontrado, dios deseante y deseado; antorchas altas cárdenas (granas, azules, rojas, amarillas) en alto grito de rumor de luz.
Del redondo horizonte vienen todas de congregación fúlgida, a abrazarse con vueltas de esperanza a mi fe respondida.
(Mar desierto, con dios en redonda conciencia que me habla y me canta, que me confía y me asegura; por ti yo paso en pie alerta, en mí afirmado, conforme con que mi viaje es al hombre seguido, que me espera en puerto de llegada permanente, de encuentro repetido).
Todas las nubes que existieron, que existen y que existirán, me rodean con signos de evidencia; ellas son para mí la afirmación alzada de este hondo fondo de aire en que yo vivo; el subir verdadero del subir, el subir del hallazgo en lo alto profundo.