¡Mañana de primavera! Vino ella a besarme, cuando, del lado de la ribera por donde latía andando, una alondra mañanera subió del surco cantando «¡Mañana de primavera!»
Le hablé de la mariposa blanca que vi en el sendero. Me miraba deleitosa esperando mi «Te quiero». Y cediéndome la rosa, me dijo «¡Cuánto te quiero, no sabes lo que te quiero!»
En sus labios me guardaba tantos besos para mí. Los ojos yo le besaba: Me dijo: «Son para ti. Tú para quien te esperaba. Mis ojos son para ti Tú para quien te esperaba».
La besé ciego de amores labios y ojos con quereres, con tan preciosos fervores que me dijo: «¿Tú no quieres bajar al jardín? Las flores ayudan a las mujeres cuando cuentan sus amores».
El cielo de primavera era azul de paz y olvido... Una alondra mañanera cantó en el huerto aún dormido. Luz de cristal su voz era en el terrón removido... ¡Mañana de primavera!